jueves, 9 de julio de 2009

Casa de la Ciudad en Revista SOHO N0.32


MITOS URBANOS


Por Revista SoHo


La casa de la ciudad

Por Luis Jara / Fotografía Jorge Navarro


Sentí un poco de escalofrío paranormal ante esta petición de SoHo, pero pesó más la enorme carga de curiosidad periodística que cayó sobre mi espalda. El tema era claro y conciso: muchas personas afirman que en dicho edificio deambulan presencias de esas que llaman fantasmagóricas ¿Cuánto hay de cierto en semejante aseveración popular? Según detalla la historia y se verifica en la actualidad, la “casa esquinera de los sustos” (antiguo Edificio Pirie), ubicada entre la calle 2 y la avenida 5 en el centro de la Vieja Metrópoli, es una de las edificaciones que rompen el molde por su rareza y antigüedad. En realidad no hay cómo perderse, porque al frente queda ubicada la Catedral (ya que Cartago posee Catedral y Basílica) y en diagonal se localiza la sucursal del Banco Crédito Agrícola de Cartago. La casa es un personaje por su historia acumulada y si sus paredes hablaran tardarían 120 años en contar una historia que, a continuación, se describe en pocos párrafos, inclusive algunas personas dejaron la vida en el lugar y al parecer unas no quieren irse del todo. La casa empezó a construirse en el año 1882. En un principio fue la residencia del sacerdote Fulgencio Bonilla. Al inicio, contaba con una sola planta y fue construida con paredes anchas a partir de la técnica de calicanto (mezcla de cal, arena y piedra) y platinas de hierro longitudinales; una construcción sofisticada para la época en la que predominaban las edificaciones de adobe y bahareque. El piso era de losetas de ladrillo crudo y paredes con partes de maderas finas, como cedro y pochote. La edificación consta de dos alas que, unidas, forman una gran cuadrícula y en el interior muestra un patio central propio de la herencia española y colonial. Cuenta con 28 salones, corredores, túneles y una fachada con aires de arquitectura francesa. A principios del siglo pasado, llegó el doctor Alexander Pirie enamorado de Cartago y de la edificación, misma que decidió adquirir y transformar. Su ímpetu le dio una nueva vida al lugar con la creación de una botica, varios consultorios médicos y sobrevivió al destructor terremoto de 1910. Luego, la casa fue ocupada por sus hermanos y los hijos de una respetada familia que tuvo que ver con la fundación del Club Sport Cartaginés y hasta introdujeron la práctica del deporte del tenis a la provincia. A finales de los cuarenta, fue punto de reunión de los últimos vestigios de la Revolución del 48 y hasta se reunió la Junta de Gobierno en alguna ocasión. En los años cincuenta, la casa fue comprada por el Gobierno a la Familia Pirie y sirvió como sede de la Municipalidad de Cartago, el correo, la Unidad Sanitaria del Ministerio de Salud y sede de los primeros años del Instituto Tecnológico de Costa Rica. Posteriormente, con el pasar de los años se forja la Casa de la Ciudad, en la que se imparten múltiples cursos, talleres de todo tipo y se brinda servicio de Internet a los visitantes. Sus puertas abren de lunes a viernes de 2:00 p.m. a 9:00 p.m. y los sábados de 9:00 a.m. a 5:00 p.m. Pero al parecer, las actividades continúan en horas de la madrugada y los “paranormales inquilinos” no pueden quejarse de la variedad cultural que reciben.


Anecdotario Fantasmagórico


Antes de adentrarme más en la historia y visitar la Casa de la Ciudad, decidí frotar la cruz de madera que cuelga del espejo de mi automóvil y persignarme un par de veces. La verdad, es mejor la protección ante todo, porque uno nunca sabe. Cuando empecé a manejar rumbo a Cartago, me topé con un aguacero en Curri que se esfumó en el Ochomogo y fue lo más paranormal que viví hasta el momento, más aún porque llegué con el carro empapado en medio de una tarde de sol.
No puedo negar que la parte más fantasiosa de mí, dejó atrás la imagen del Nissan Sentra B14 del 95 que poseo y se sentía piloteando el Ecto I, otrora camioneta de los Cazafantasmas, la serie animada. También me sentía como el primo tico y perdido de los “Mythbusters”, aquellos que investigan si un mito es científicamente real. Cuando empiezo a indagar y a preguntarle a los cartagineses acerca de la leyenda, todos coinciden en algo: en ese lugar pasan cosas paranormales que algunos comienzan a considerar como normales, debido a todo lo que se comenta. Por ejemplo, el periodista Fernando Gutiérrez, quien trabajó en el Edificio Pirie como funcionario del Instituto Tecnológico, afirmó: “Se dice que en el segundo piso, a mano derecha, detrás de una puerta, se suicidó un hombre en una bañera y algunos lo han visto deambular por los pasillos”. Por motivos de agenda con los entrevistados y quizás de precaución incosnciente llegué al Colegio Jorge Volio a principios de la tarde. En ese lugar logré entrevistar a Franco Fernández, profesor de Estudios Sociales, historiador y quien tenía un programa en Radio Rumbo con una Sección de Espantología en los años ochenta. “Mucha gente cuenta cosas al respecto, de que oía pasos, que se prenden luces y se cierran puertas”, compartió un tanto escéptico, pues piensa que son creencias del “Cartago viejo” y por su mezcla negra, indígenas y españoles coloniales del sur .
Pero ya era el momento de llegar a la Casa de la Ciudad, un edificio con aires de antaño, restaurado y con una innegable atmósfera poco común. Una vez dentro me recibió en su oficina Enrique Hernández, encargado de la casa, historiador y antropólogo. Manifestó que no ve nada contraproducente en el hecho de que la gente asocie la casa con fantasmas, más bien lo expresó como algo culturalmente positivo.
En todo su discurso y en todas sus palabras nunca negó las afirmaciones de la gente e inclusive la primera de las anécdotas fantasmagóricas realmente me causó un escalofrío trepidante que me escaneó todo el cuerpo como una luz fluorescente de susto. “Se dice que algunos guardas del Banco Crédito Agrícola de Cartago han visto pasar a una mujer, en la madrugada, que se desplaza desde la Catedral e ingresa por las paredes del edificio”. También Hernández opinó que “es normal que todo edificio antiguo guarde y conserve posiblemente energías y sucedan cosas que se conviertan en mito o en leyenda, pues se asocia la antigüedad con lo desconocido y lo incógnito”. Luego adicionó otros comentarios de gente que afirma el cierre estrepitoso de puertas, el encendido y apagado de luces, sin dejar de lado los ruidos extraños. Joyce Pérez Solano cuenta que vivió experiencias paranormales en la Casa de la Ciudad mientras laboraba específicamente en el "Salón de la Chimenea”.
Continuó develando una situación curiosa: a los efectivos de seguridad no les hace nada de gracia hacer su labor en horas de la madrugada; y la seguridad, en el caso de alguna emergencia, se maneja a distancia con un sistema de alarmas conectado con el edificio del Instituto Tecnológico. Otro rumor es que debajo del edificio existe una serie de misteriosos túneles que conectan con las Ruinas de Cartago y con la misma Basílica. Pero si se trata de los lugares de mayor respeto dentro de la Casa de la Ciudad sobresalen: “El Camerino”, “La Chimenea” y “El Salón de la Tina”. Los dos primeros funcionan como aulas de las clases de teatro y pintura, respectivamente; el último es una bodega, antiguo baño que tiene una tina donde se presume falleció una persona y algunos manifiestan haberla visto llena de agua, a punto de rebalsarse, sin razón aparente. Conforme transcurría la conversación se unieron dos funcionarios de la “misteriosa casa”, la secretaria Joyce Pérez Solano y el efectivo de seguridad José Luis Camacho.
Joyce cuenta con seriedad: “Una vez me asustaron en la Sala de la Chimenea, estaba sola y empezaron a golpear las puertas con el sonido de unos puños, no había nadie y salí corriendo”. Ella afirma que esta misma situación le pasó a una alumna de ballet. La mamá de la niña verificó todos los lugares, revisó todas las puertas y no lograron una explicación lógica. Inclusive Joyce, cuando anda sola por el edificio, ahora les dice: “Ah no espíritus, no me asusten… somos amigos”, y al parecer la frase le ha dado resultados positivos en épocas recientes.
Camacho, amablemente, me acompañó en un recorrido personalizado por el edificio, aprovechando que ya empezaba a caer la noche. El tour exclusivo incluía las citadas zonas de mayor respeto. En los salones próximos al camerino, se sentía la sensación de soledad a pesar de que poco a poco empezaban a llegar los alumnos de los diversos cursos que se imparten en el sitio. Los espejos, la oscuridad y la pintura de un ángel en la pared le daban cierto aire tenebroso.
Cuando pasamos por el aula donde se ubica una chimenea empotrada en la pared, el canoso efectivo de seguridad me contó la anécdota de que en ese sitio, una señora que llevaba el curso de pintura al óleo escuchó una voz al oído que le decía: “Este es el dormitorio que más quería”. Inmediatamente, la alumna abandonó el lugar del susto, según cuenta José Luis Camacho, quien tiene más de diez años de laborar en la casa y se la sabe de memoria, de arriba abajo. Posteriormente, subimos por las gradas de madera al segundo nivel y, con llaves en mano, Camacho abrió el antiguo baño que ahora es bodega. Al entrar, se aprecian sillas plegadas recostadas a la pared, pedazos de madera y una serie de “chunches” de todo tipo. El espacio era angosto, las paredes altas con una ventana que daba a la calle. Sobresalía una antigua bañera blanca en la que luchaba por sobrevivir una temerosa cucaracha patas para arriba. Camacho me explicó que originalmente la bañera estaba ubicada en la mitad del baño y que existía otra similar en una bodega anexa. También explicó que a las personas les da mucho temor ver la bañera, por que se rumora que una persona falleció precisamente en una de las mencionadas tinas. El recorrido concluyó al entrar a otra bodega, donde se guardaban algunas fotos antiguas de la ciudad de Cartago. Sobresalieron un par, una donde se ve posando a la familia Pirie en uno de los pasillos de la segunda planta y otra en la que se aprecia el edificio por fuera, recubierto con lozas de mármol; época en la que el edificio lucía esplendoroso hace muchas décadas atrás.


¿Leyenda o mito?


Para Frasier Pirie, periodista y escritor, lo que dice la gente es cierto. Él es uno de los descendientes directos de la familia dueña del edificio durante muchos años. “Cuando mi padre (Alejandro Pirie) vendió la casa a don Orontes Gutiérrez, Gobernador de Cartago en los años 50, don Orontes, después se lamentó, porque los guardas renunciaban al puesto, debido a que durante la noche les salía un padre pelirrojo. Inclusive mi propia madre, Judith Pirie, tuvo una experiencia paranormal y se sabe que un hombre murió en uno de los cuartos de atrás”.
También afirma que en las edificaciones antiguas y con mucha historia se pueden dar estas situaciones, porque se trata de “personas que mueren y se quedan sin luz, quedando atadas a ciertos lugares. Pero la gran mayoría de fantasmas que se aparecen son solo personas que se acercan pidiendo ayuda para salir de la oscuridad en la que se encuentran”, expresó Pirie. Y ante la pregunta directa: ¿piensa que es una leyenda urbana o tiene algo de real?, Fraser Pirie contestó de manera contundente: “Es real”. En el segundo piso, dentro de una bodega bajo llave se encuentra la tina de un antiguo baño, en la que algunos afirman falleció una persona.
Al dejar el lugar ya en horas de la noche, solamente se escuchaban el murmullo de los alumnos en sus cursos respectivos, los acordes de las guitarras y algunos cantantes amateur que interpretaban “Color Esperanza”, de Diego Torres. Para Enrique Hernández, la Casa de la Ciudad no pertenece al Instituto Tecnológico, más bien a todos los cartagineses y, en el fondo, no creo que le incomode mucho si están vivos o ya pasaron a mejor vida.



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